La cultura de la víctima

Originalmente tenía pensado llamar este posteo «Tiburón y la piba en la zanja» pero por suerte a veces la realidad interviene con cosas más interesantes.

En publicaciones anteriores dejé claro que si bien mi idea original con este blog es analizar las relaciones intergénero en Argentina no tendría ningún problema en desviarme hablando de televisión, cine o política si sientera que tiene que ver y no hay mejor forma de abordar el tema en cuestión.

Y cuando se trata de la cultura de la víctima se me complica bastante no intentar desenredar el tema sin incluir al Estado como parte clave de la misma. Realmente me interesa dejar en claro esto ya que quizá este sea el posteo más largo que escribí y voy a tocar varios temas intentando mantener el hilo conductor. 

Se trata de buscar comprender el rol del Estado en su debate constante con las élites sobre qué tipo de víctima es la víctima correcta, quién debe tener miedo y de qué. Ahí vamos.

 

Leviathán

Hay muchas respuestas a la pregunta ¿para qué existe el Estado? Las respuesta varían desde «para robar impuestos y mantener vagos» a «para recaudar impuestos y hacer rutas y escuelas». La respuesta que más me gusta a mí y la que voy a usar en este caso es la que da Hobbes en su libro Leviathán.

Es un libro bastante aburrido de leer pero por lo que llegué a entender (de los resúmenes que vi en Youtube) su premisa es la siguiente: 

El mayor miedo de las personas es a la muerte violenta. Para calmar ese miedo van a matar a quien crean las va a matar a ellas. Vivir así es difícil, todos matándose entre todos. Por lo tanto, todos tienen que ceder su capacidad de matar a un soberano, que va a tener el monopolio de la violencia y va a ser el único que esté habilitado a matar. Pero tiene que matar. Para eso existe. Esa es su función. 

Entonces para eso existe el Estado, para matar. Sigamos.

 

Maten pero no a los míos

Entiendo a la dictadura del ’76 como un pedido de las élites al Estado para que «ponga orden» o mate, dicho de otra manera. Ahora, no me senté a leer los diarios de la época pero por las repercusiones que tuvieron sus acciones, creo que las élites creían que los guerrilleros eran unos monos del conurbano muy lejos de Las Heras y Callao. 

La práctica de efectivamente matar/desaparecer gente por parte de las FFAA rápidamente dio cuenta que los guerrilleros en su mayoría eran hijos de la clase alta/mediaalta porteña. Así que a ellos mataron, a los hijos de las mismas personas que habían pedido orden previamente. 

A las élites no les gustó mucho esto, cambiaron la narrativa a «los militares están todos locos», pidieron la vuelta de la democracia y el enjuiciamiento de cualquier persona que haya tenido que ver con el intento de «poner orden».

Había un problema sin embargo, el Estado tiene que matar y teniendo en cuenta que la última orden de matar que había recibido el Estado luego se había encontrado con que los responsables fueron presos… bueno, digamos que había que sentarse a charlar un poquito sobre a quién podía morir violentamente o no.

Ahora, estas paritarias de la muerte incluyeron muchas personas, muchas voces y mucho tiempo. No sé cuántas de ellas participaron conscientemente de ese debate, pero sin duda desde la perspectiva puedo decir que lo llevaron a cabo.

La idea era simple: determinar a qué personas podía matar el Estado sin que eso conlleve una rendición de cuentas del Estado todo.

Entonces, ¿quién puede morir violentamente (a manos del Estado o no) en Argentina, sin que las élites lo reclamen? Fácil, hay tres simples requisitos a cumplir.

 

Joven, negro y pobre

¿Por qué las muertes de Axel Blumberg y Santiago Maldonado provocaron manifestaciones multitudinarias, dominaron los medios de comunicación durante meses y provocaron reacción por parte del Estado cuando las de Luciano Arruga y Rafael Nahuel fueron nombradas al pasar entre el clima y cómo jugó la selección?

¿Por qué la muerte de Ángeles Rawson provocó un movimiento completo y la instauración del concepto de «femicidio» cuando la muerte de Candela Rodríguez llegó a, como máximo, ser confundida con el chabón ese de candela y la moto de Policías en Acción?

Entiendo que las paritarias de la muerte dieron un resultado claro. Las personas que pueden morir violentamente en la Argentina democrática sin que ellos conlleve un reclamo al Estado por parte de las élites deben tener tres características indispensables: ser pobres, negros/as y jóvenes. 

Esas personas no son víctimas, son simples estadísticas.

Ahora, ¿qué pasa cuando una persona no cumple con esos requisitos y aún así sufre una muerte violenta? Bueno, fácil, se le brinda el honor más grande que otorgan actualmente las élites y el Estado en Argentina: es, oficialmente, una Víctima.

 

La buena Víctima

Existe una funcionalidad en la víctima. Su sufrimiento la blinda de cualquier crítica. Esto es útil para la élite y el Estado. 

Digamos que tenemos que tomar una decisión desagradable que puede llegar a tener consecuencias negativas para muchas personas. ¿Existe una forma de tomar esa decisión y, a la vez, minimizar las críticas que recibamos por ella?

Sí, que la decisión sea avalada públicamente o, mejor aún, directamente tomada por una víctima.

La utilidad atraviesa a cualquier partido actual en Argentina. No existe fuerza que traccione +15% en elecciones generales que no use discapacitados, hijos de desaparecidos o víctimas de la inseguridad para validar sus decisiones. Generalmente ubican a estar personas en puestos visibles ya que no son valorados por su capacidad intelectual sino por su condición.

Serán funcionarios, diputados, senadores, gobernadores, presidentes o vices. 

Por nombrar algunos: Juan Cabandié, Carolina Píparo, Horacio Pietragalla, Gabriela Michetti, Victoria Donda, Jorge Triaca Jr. El caso más reciente es el cambio en la ANSES. Después de la aglomeración de jubilados en plena cuarentena por Coronavirus y echar a Alejandro Vanoli de la dirección de la ANSES se lo reemplazó con Fernanda Raverta. Que por suerte es hija de desaparecidos y mujer, doble víctima, inmejorable.

Todas las mujeres son víctimas, bajo el discurso feminista, del patriarcado. 

 

Tiburón y la piba en la zanja

El pasado 9 de marzo llegó un mail a todas las personas que trabajan en mi empresa: por el día de la mujer, todas las mujeres podían trabajar media jornada. Sin excepción todas se fueron. Incluso las que en los debates del aborto o los piropos o cualquier otra cosa aclamaban a viva voz odiar a las feministas y ser «lo más antifeminista que hay».

Eso es un triunfo total y absoluto en la imposición de una narrativa. El éxito fue tal que no existen fisuras en el mismo y ya forma parte del «sentido común» de la mayoría de las personas. La idea es simple:

Las mujeres fueron (son) víctimas de un sistema patriarcal y por lo tanto deben ser compensadas. Reparadas en cualquier forma disponible. Cupos de género, asistencia social, el derecho a matar a su hijo no nato. 

¿Cómo se logró instaurar esta narrativa?, facíl, usando víctimas como punta de lanza. Acá es donde entra el gráfico con respecto a los femicidios y esto es lo que más me interesa del éxito de la narrativa que da a todos los hombres como opresores y al femicida como «hijo sano del patriarcado».

El gráfico muestra que el 94% de los femicidios no son cometidos por hombres extraños a la víctima, sino por personas cercanas a la misma. Sin embargo, la narrativa implica una culpa general y masiva de los hombres en sí mismos por el hecho de haber nacido varón. Es difícil discutir contra «la piba en la zanja» de la que tanto escuché y la que se insiste, puede ser cualquiera.

Las consecuencias se dan, quizá no de la misma manera, pero si con la misma masividad que se dieron para los tiburones después de la película de Spielberg. El cuento es sencillo, un tiburón se come gente que va a nadar. Así que la respuesta es simple, matemos a todos los tiburones antes que nos coman a nosotros y a nuestros hijos.

El miedo no deja lugar a la realidad. 

 

El fascismo como solución

A veces me gusta leer los comentarios en los portales de noticias de internet. Hace poco leí una interacción de la que no me acuerdo palabra por palabra pero básicamente en una nota en la que se anunciaba restriciones a la circulación por la cuarentena relacionada al Coronavirus un comentario era «fascismo» y una respuesta con cientos de likes  era «no me importa si es fascismo, comunismo, peronismo o capitalismo yo lo único que quiero es que me cuiden a mí y a mis hijos».

Y eso es, de base, lo que me interesa. Es esencial para el Estado que la mayor cantidad de personas se identifiquen a sí mismas como posibles víctimas o «personas en situación de riesgo». Ya que, en su demencial mayoría, con tal de apaciguar su miedo y ansiedad, estas personas no tienen ningún problema en ceder sus libertades individuales al Estado a cambio de mantener la ilusión de la seguridad.

El sentido común de las sociedad argentina apunta a que el problema no es tanto el peligro o la injusticia en sí mismas, sino que «nadie hace nada». Y ese alguien que no hace nada siempre es el Estado.

Quizá la solución sea uno intentar resolver sus problemas antes que salir llorando protección al Estado. Quizá el Estado sea de quién nos tenemos que proteger.

Los feministos

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Me interesa en este posteo desarrollar un poco el personaje del hombre feminista, pero antes quiero hacer una aclaración. Creo que en esta época todos son feministas. Hombres y mujeres. Las ideas que ocupaban la cabeza de la feminista más radical hace setenta años hoy forman parte del sentido común e incluso son reproducidas por los personajes públicos más antifeministas contra pañuelo verde que existan (Laje? Gómez Centurión? Hotton?).

El divorcio unilateral y el voto femenino son dos de los ejemplos más marcados de este caso. Indiscutidos a tal punto que ni siquiera se los plantea como posible debate dentro de la discusión pública. Se habla sobre cupos de género sí, cupos de género no. Se habla de educación sexual en las escuelas sí, educación sexual en las escuelas no. Pero la discusión sobre sí darle el voto a las mujeres fue o no una buena idea es un planteo que directamente no forma parte del sentido común colectivo.

No estoy diciendo acá que las mujeres no tienen que votar ni que el divorcio tiene que dejar de existir. Lo que me interesa es como distintas ideas pueden ser radicales en un momento, neutras en otro, conservadoras años después. Por eso me parece inocuo cuando escucho a una persona que delegó la mayoría de sus decisiones ideológicas al inconsciente colectivo declararse así misma como “no feminista”.

Dicho esto, hablemos de los hombres pagafanta que se cuelgan el pañuelo verde de la mochila.

 

Feministo

Hay una situación fundacional en la vida de la mayoría de los hombres que no es tomada con la importancia que tiene o se piensa como un “que loco, no?” y no más que eso. Sin embargo, si se examina bien y se extrae el aprendizaje que corresponde puede ser una experiencia transformadora.

La situación es simple: la primera vez que el hombre en cuestión escuchó a una mujer decir x pero vio como luego hacía y. La primera vez que una chica los rechazó con la excusa que no quería estar con nadie y a las dos semanas estaba con un muchacho muy distinto a ellos. La primera vez que escucharon llorar a una compañera del colegio sobre como odiaba a los chicos cancheritos que querían todas las otras pero después verla hacer fila para estar con ese mismo muchacho.

Se entiende a lo que voy. El motivo por el que considero esta situación fundacional es porque tiene el potencial de marcar a fuego el resto de la vida del hombre que experimenta esa situación.

Aclaro: del hombre que experimenta esa situación como espectador. Porque el hombre que escucha que una mujer dice que quiere alguien confiable y sincero, pero a las dos semanas está con él, que es un confirmado mentiroso e infiel, rápidamente aprende la lección y a futuro no se deja guiar por palabras sino por acciones.

Pero nuestro hipotético pagafanta no vive esa vida. A él le toca mirarla desde la platea y aplicar los filtros que aplica para sí mismo. Y si esta chica en cuestión dijo que quería alguien confiable y honesto y después se fue con el inestable y mentiroso es porque este hombre en cuestión la engañó. Porque es un violento. Porque es un machito.

De esta manera arranca la máquina de hacer feministos. Los hombres que a la hora de buscar conseguir intimidad sexual con una mujer lo hacen desde el confort. Sus acciones tienen como punto de partida el poner a las mujeres como prioridad y buscar hacerlas sentir cómodas con su presencia como estrategia para que los consideren una potencial pareja. Entonces sí la mujer en cuestión es feminista, ellos también se harán feministas. Porque él la leyó en redes sociales quejarse de los “machirulos” de la facultad, de los “raules” con los que trabaja y entendió rápidamente que para caerle bien debe ser distinto a ellos.

En la cabeza de estos hombres, el adoptar la ideología feminista, ir a las marchas, colgarse el pañuelo verde los separa de la mayoría, los hace diferentes. El feministo cree que existe un mar de “machos, fachos, raules, machirulos, violadores hijos sanos del patriarcado” y él es el único valiente, verdadero hombre, dispuesto a patear contra eso, cosa que lo va a hacer más valioso a los ojos de las mujeres.

Hay dos errores graves en cuanto a esta línea de pensamiento.

Por un lado, como desarrollé al principio de este posteo, la mayoría de los hombres son feministas. Por más que no tengan el pañuelo colgado y crean que no, lo son. Escuché, palabra por palabra los mismos argumentos en cuanto a tópicos como, por ejemplo, el acoso callejero/laboral a una feminista de pelo verde militante universitaria y a un hombre divorciado de cincuenta años votante de Gómez Centurión.

Entonces no están diferenciándose de nadie. Están, simplemente, tomando una posición radical sobre un pensamiento que comparte con el resto de las personas.

Pero eso no es lo más grave, sino un simple error de percepción de cantidades.

Lo que sí representa un error grave en la construcción de su personalidad para el feministo es la creencia que sus acciones lo hacen más atractivo a las mujeres. Esto es realmente grave, potencialmente peligroso y sin duda la fuente de mayor amargura y frustración cuando el feministo estalla.

El feministo, ante su falta de experiencia y resultados positivos con las mujeres decide escuchar lo que ellas quieren. Suena lógico, no? Si uno quiere saber que quiere una persona qué mejor que ir y preguntarles. Entonces el feministo escucha atentamente a las mujeres que él desea decir que están hartas de los machitos que son violentos y temen el involucrarse emocionalmente con ellas. Las escucha quejarse que las dejan plantadas, que no les contestan los whatsapp, que le clavan el visto. Escucha el feministo, atento, toma nota.

Una vez que consiguió la suficiente información, desarrolla su personalidad alrededor de eso. ¿Las chicas se quejan de los hombres que no están disponibles emocionalmente? El feministo va a llorar y escribir poesía como nadie. ¿Qué les clavan el visto y no le contestan los whatsapp? El feministo va a estar pegado al teléfono para evitar que estas cosas pasen. ¿Qué son egoístas y no piensan en ellas? El feministo va a destruir cualquier percepción de sí mismo y se va a dedicar a hacer el objetivo de su vida el confort del género femenino.

Esto le funciona, hasta cierto punto, ya que no es mentira que el confort sea un atractivo para las mujeres. Así que el feministo se ve recompensado con atención femenina, lo que lo hace pensar que está más cerca de lograr algún tipo de intimidad. “La fila se mueve, debo estar más cerca de que me atiendan a mí”, piensa el feministo. El problema es que él cree que está en la fila de los sementales, cuando en realidad está en la fila de los burros de carga.

 

 

Discreción

Una de las cosas que más interesantes me resultan de esta época es la mutación que sufrió la discreción y quienes emiten el juicio y señalan las acciones sexuales de las mujeres.

Durante el patriarcado, el juicio y chusmeo sobre la vida sexual de una mujer… ¿libertina? ¿bataclana? No se que términos se usaban antes pero me entienden. En fin, el señalamiento de esa mujer provenía, en su mayoría, de otras mujeres. Ningún hombre se quejaba del bajo filtro de la mujer en cuestión para buscar potenciales compañeros. Como mucho su vida sexual bajaba su posible calificación como potencial candidata para formar familia (espectro madre-puta) pero no era visto como algo netamente negativo.

Ante la toma de ciertas decisiones, esta mujer corría el riesgo de generares una reputación y se veía en peligro de ser aislada del grupo de mujeres. Por lo tanto buscaba guardar las formas, buscaba ser discreta para evitar dicho juicio de otras mujeres.

Actualmente las mujeres no juzgan entre sí su actividad sexual. O no lo hacen ni en pedo de la manera que lo hacían antes. Sin embargo todavía se encuentran en una situación que no las obliga, pero sin duda las condiciona a cuidar ciertas formas. ¿Ante quién?, ante el feministo.

Ellas necesitan al feministo, ya que hace su vida más fácil: las baña de favores, reproduce su ideología, adopta sus prioridades y es un agente clave para patrullar el pensamiento y comportamiento masculino. Cuando no haya una mujer cerca para cruzarse de brazos ante ciertas acciones de los varones allí estará el feministo para ocupar su lugar.

Es un aliado estratégico, sin duda. ¿Entonces por qué guardar las formas ante él?

Porque, por más que se parezca a una, el feministo no es una mujer. Por lo tanto no pueden confiar plenamente en él de la misma manera que pueden confiar en otras mujeres.

De esta manera, se vuelve clave que el feministo no sepa todo, ya que es un riesgo. Si los varones feministas supieran que sus “amigas” tienen sexo con policías violentos votantes de Gómez Centurión y que ellas les cocinan y planchan el uniforme, morirían de furia y confusión. Sí, ejemplo exagerado pero la idea es simple. Si el feministo entendiera, finalmente, que las mujeres no gravitan hacia el machito por un engaño, confusión o violencia sino por una atracción cruda, primaria, animal entonces probablemente dejaría de ser feministo y las chicas no pueden permitirse eso porque sino, ¿de quién se van a reír?

De barberías y monopatines

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El año pasado y después de mucho tiempo usándola tuve que llegar a la conclusión que mi campera de gabardina favorita estaba muy rota como para seguir saliendo a la calle vestido con ella. Busqué un reemplazo, algo parecido en Mercadolibre, entre a cientos de locales de ropa para hombre, no encontré nada igual. Acepté que iba a tener que cambiar de vestuario, pero algo me llamó la atención durante mi búsqueda: la demencial cantidad de camperas de cuero negras que me fueron ofrecidas.

Así que me quedé con eso y, poco a poco, empecé a ver cada vez más gente en la calle vestidos de esa manera. Muchas mujeres con campera de cuero y remera blanca salían de noche inundando las calles de Palermo y el centro. Muchos tipos con pinta que nunca se habían cagado a piñas en su vida también. 

Poco a poco, el uniforme del nuevo varón porteño se iba presentando claro ante mis ojos. La campera de cuero negra, la camisa leñadora, la barba exageradamente larga tratada con aceites y recortada profesionalmente en barbería, el monopatín eléctrico. Hay un motivo por el que eligieron este uniforme (aunque la mayoría no haya elegido y simplemente esté siguiendo), hay un denominador común en todo esto, pero vamos de a poco. 

 

El motoquero y el leñador

No hay mucho misterio, claro, que la campera de cuero negra corresponde al arquetipo del motoquero que anda en Harley Davidson por la ruta, melena al viento, renegado y libre luego de él haber rechazado las normas que la sociedad le imponía. La película Easy Rider (Busco mi Destino) quizá el mejor ejemplo, Pappo quizá el más nuestro.

No sé si haga falta decirlo pero por las dudas ahí va: para estos hombres la campera de cuero representa una utilidad y no un adorno, si se pegaban un palo en la ruta la campera de cuero iba a soportar bien el daño contra el pavimento. 

Este tipo de hombres formaron un arquetipo clásico de masculinidad por su alta tolerancia al riesgo y constante coqueteo la muerte en un accidente de tránsito y su representación de la independencia y la libertad. No dependen de nadie y nadie depende de ellos. Cuando a la moto se le pincha una rueda la emparchaban ellos y no se quedaban sentados en un banquito esperando a que llegue el autoauxilio. 

El leñador no representa la libertad de la misma manera pero sí la autosuficiencia. Un hombre con la competencia y fuerza física necesaria para talar árboles con un hacha, pelear con potenciales animales que se encuentre en el bosque, poder calcular para que lado va a caer un arbol de diez metros de alto que pesa cientos de kilos y mata a cualquier ser vivo que le caiga encima. 

Al igual que la campera de cuero, la camisa a cuadros roja y negra y la barba larga también cumplen sus funciones. La camisa permite ser identificado de lejos, la barba protege del frío. No existen como decoración, sino que cumplen un rol dentro del estilo de vida del hombre en cuestión. 

 

Y ahora qué

¿Sabían que los pibes que trabajan haciendo mensajería en motitos en microcentro no se dicen a sí mismos motoqueros? En serio, se dicen «moteros». Ese es el nombre que usan para describirse en su mayoría. Si les decís motoqueros te corrigen, como el colectivero que te corrige si le decís colectivero y quiere que le digan chofer. Eso me resulta fascinante. 

No digo que sea por respeto a la figura del motoquero sino el reconocimiento de que son algo completamente distinto a ellos y lo único que comparten es el hecho que anden en moto. Sus funciones y valores son distintos. La figura del motoquero es independencia y rechazo a la sociedad. La figura del motero es trabajo precarizado en relación de dependencia.

El mismo uso de la moto como medio de transporte cambia. No solo para los moteros sino para cualquier persona que ande en moto. Si originalmente la Harley Davidson era algo que representaba libertad, para poder transitar por la ciudad en moto actualmente se requiere una licencia de conducir, seguro al día, patente visible, chalequito fosforescente y casco puesto porque si no te ponen una multa. Un mecánico de confianza, un lugar bueno donde estacionarla, una cadena para atarla a un poste para que no te la roben y después andar con el casco encima todo el día.

¿Suena a libertad eso, a independencia?

A lo que voy es simple: Los rasgos del arquetípico hombre viril actualmente se ven adoptados como la carcasa de lo que fueron. La barba, la campera de cuero, la camisa de leñador y la moto son usados por el hombre porteño del siglo XXI como un triste intento de retomar los adornos de lo que alguna vez representó libertad y autosuficiencia. De la misma manera que hace decenas de miles de años los hombres usaban la piel de un oso con la creencia que de esta manera podrían adoptar su fuerza, el varón castrado actual toma la campera de cuero con la esperanza de que, envuelto en ella, se va a sentir libre.

Entiendo que puede sonar mala leche lo que planteo, no es mi intención que quién lea esto salga corriendo a prender fuego su campera de cuero ni sienta vergüenza por usarla, sino simplemente hacer una radiografía del nuevo tipo de personas con las que me toca convivir en Buenos Aires en el siglo 21 de la manera más fidedigna posible. 

 

Toma de riesgo y adquisición de recursos

Empecé este posteo hablando de Mercadolibre. Hoy, en 2020, Mercadolibre no es una empresa sino una institución. Marcos Galperín cumple un rol importante dentro de la elite argentina, sacan spots durante las elecciones y la app de Mercadopago tiene +10 millones de descargas en la store de Google. Su acción en la bolsa pasó de valer 10 dolares en 2008 a +600 hoy.

¿Qué tiene que ver esto con lo que venía hablando?

Cuando, en 2008, vos le decías a un amigo o familiar que te ibas a encontrar con alguien porque compraste algo por Mercadolibre te miraban como si les dijeras que te ibas a meter en el medio de La 12 cantando «que feo ser bostero y boliviano» en cuero y agitando los bracitos. 

En otras palabras, hace diez años comprar por Mercadolibre para la mayoría de las personas representaba tomar un riesgo. Lo mismo cuando apenas se empezó a usar Uber.

Estoy dando vueltas pero lo que intento decir es que por más que la narrativa cultural actual deje cada vez menos lugar a la masculinidad clásica y se haga un esfuerzo activo para ridiculizarla es un intento en vano si se logra identificar cuales son los valores que siempre fueron, son y serán valorados en los hombres.

La toma de riesgo, la fuerza física y espiritual, el estoicismo y la capacidad de no reaccionar emocionalmente a cualquier inconveniente que la vida te tire. La disciplina, la resiliencia, la adquisición de recursos. La confianza en uno mismo y la capacidad de proteger seres queridos. 

Pocas cosas me resultan más tristes y a la vez entretenidas que escuchar como se le aguza la voz a un cincuentón que se muestra frustrado e impotente ante los estragos del feminismo, que se queja sobre como ya no sabe que hacer ni qué decir porque cedió control de su vida y dejó que sus acciones se vean influenciadas por una narrativa que impulsan adolescentes de pelo verde. Escucharlo hacer malabares mientras busca no ofender, tropieza con sus palabras, se define a sí mismo como feminista.

Para cerrar esto, quiero dejar esta metáfora que, como toda buena metáfora, incluye a Hitler. 

Hitler compartía objetivos con Napoleón. Él lo sabía. Sin embargo no le dio a su ejército bayonetas y los subió a caballos como hizo Napoleón, sino que entendió el cambio de época y uso tanques y armas automáticas. De eso se trata.

 

 

Ocupar

Sem título

Les voy a contar la historia de Tincho. Tincho es el hijo único de un chabón que se llenó de plata comprando y vendiendo propiedades, agarrando bien los tiempos de la crisis del 89 y 2002. Murió cuando Tincho tenía veinticinco, dejandole quince departamentos y un trabajo de buen sueldo en la multinacional en la que trabajaba. Pero había una diferencia grande entre los dos, el papá de Tincho era un mujeriego incorregible y Tincho… bueno, Tincho no. 

No era un feo pibe para nada pero completamente falto de confianza en sí mismo, así que después de varias historias de fracasos amorosos que fueron escuchando de él sus compañeros de trabajo (cinco hombres y una mujer) se decidieron a ayudarlo y encontrarle pareja. 

Rápidamente las opciones empezaron a llegar para Tincho, algunó le enseñó a usar Tinder, otro lo llevaba a after offices todas las semanas, alguien tenía la amiga de una amiga a mano. Tincho seguía tropezando, pero ahora un poco más acompañado. 

Hasta que entró otra mujer a la oficina. Cuarentipico, dos hijos: uno de 20 y otro de 12. Inicialmente no le prestó mucha atención a Tincho y ella misma se prestó a dar una mano en la misión de conseguirle novia. El pibe le comentó rápido a uno de sus compañeros que le daba a la nueva, que si bien originalmente estaba desinteresada, cambió fuerte de opinión cuandó se enteró que Tincho era heredero de quince departamentos. 

Rápidamente arregló con la otra mujer de la oficina para que se cancele cualquier búsqueda de pretendientes para Tincho y a las semanas ya estaban de novios. Eso pasó hace un par de años. Los dos se fueron a trabajar a otro lado. De vez en cuando sus compañeros de trabajo comentan sobre las fotos por Europa que subieron a Facebook careteando felicidad y lo miserables que se los ven cuando se los encuentran cara a cara.

Tincho no tenía hijos, creo que no va a tener. 

Avon

En noviembre de 2018 Avon, la empresa de maquillaje, subió tres spots al canal de Youtube de su fundación en contra del acoso callejero, violencia doméstica, violencia digital (¿se acuerdan cuando el principal objetivo de las empresas era ofrecer productos y servicios para ganar plata y no impulsar ideologías y querer cambiar el mundo? ah, buenos tiempos) 

No sé si habrán puesto plata aparte en influencers pero sí sé que vi pasar estos videos cientos de veces en Facebook y Twitter en su momento. En los tres videos un hombre educa a otro sobre lo que quieren las mujeres, lo que no quieren, cómo deben ser tratadas y cómo no deben ser tratadas. Los tres videos terminan con los actores mirando a cámara dando el mensaje directo a los hombres en cuestión que miren el video: si conocés alguien que haga esto, frenalo. Es tu responsabilidad. Es tu problema. Vos tenés que ver y ese tipo de cosas.

En el de Violencia Doméstica un muchacho le plantea a su padre que trata mal a la madre porque controla que dice, hace, cuanto gasta, como se viste, la deja en ridículo en frente de todos y algo más de eso. Perla del video:

Padre —Pero yo a tu madre la quiero.

Hijo —Sí, pero la querés mal.

Padre —Bueno, es mi forma.

Hijo —Bueno, cambiá la forma, no sé… Y si tanto la querés tratala con respeto, con amor, con cariño.

Existe una forma correcta de querer amigos, por suerte vamos a ser educados al respecto por la fundación Avon.

El de Acoso Callejero es de donde saqué la captura de pantalla que va con este posteo. No hay mucha vuelta acá, un pibe en una moto le dice cosas sexuales a una hipotética chica y el compañero de bigotito le comenta que eso está mal, que es acoso, que es violencia y cuando mira a cámara tira esta perla:

Que las pibas tengan miedo de andar por la calle, que tengan que pensar por donde van, que tengan que pensar que ropa se ponen, que tengan que tratar de estar acompañadas, que tengan miedo de andar por algunos lugares porque se van a cruzar con nosotros, todo eso es violencia.

Como me pasó con el texto de Andahazi en Pibas bien se me hace difícil elegir donde empezar a desenmarañar esto porque tiene desmasiadas cosas con las que discrepo.

Hay un fenómeno que se fue dando en Argentina en los últimos años, no se cómo describirlo ni que nombre ponerle, quizá ya tenga nombre y yo lo desconozco. No me quiero sambullir mucho en este posteo ya que merece su propia publicación pero hay una dinámica interesante que se fue dando después del primer Ni una menos en el que poco a poco se les fue otorgando el monopolio del miedo a las mujeres. 

Digo esto porque básicamente, estoy bastante seguro que si los dos actores de ese spot tendrían que, por x situación, caminar veinte cuadras por una villa a las dos de la mañana también tendrían miedo de andar por la calle, tendrían que pensar por donde van, que ropa se ponen, de no ir solos y de no cruzarse con «ellos».

Por último, en Violencia Digital un flaco le saca una foto desnuda a una piba que se garchó una vez. Ella le pide que la borre y él no solo no la borra sino que la comparte y rápidamente la foto se hace viral. Así que viene un amigo suyo y lo reprocha al respecto. Hay una cosa que me causó bastante gracia en este spot. En un momento el que compartió la foto le dice al amigo «ni que fuera mi novia tampoco, che». Ahí pense que iban a ir por el lado que no importa si es o no es tu novia que hay que respetar a todas las mujeres por defecto pero después Felipe Colombo le tira que «pensá si fuera tu hermana», así que andá a saber. 

¿Qué tiene que ver esto con Tincho? ¿Por qué el título de este posteo se llama Ocupar?

El filtro en manos de quién

Ya lo dije pero me parece importante repetirlo: creo que los hombres y las mujeres somos distintos. No solo en los genes xx y xy, sino que pensamos distinto, sentimos distinto y tenemos distintos miedos. Somos diferentes, complementarios y estamos mejores juntos que separados. 

Dicho esto, una de las maneras en las que los hombres y las mujeres diferimos es en cuanto a nuestros miedos con respecto a los hijos que tenemos. Como desarrollé en Si yo fuera Maradona la duda de los hombres con respecto a la paternidad es si su hijo es realmente suyo o no. Durante la mayor parte de la historia de la humanidad era imposible saberlo con seguridad, así que se implementaron diversas conductas de comportamiento con el objetivo de asegurarle a los hombres que los hijos que iban a criar iban a ser suyos. Matrimonio con una mujer virgen, monogamia, que las mujeres que quedan viudas mueren de hambre y las infieles sean apedreadas en una plaza. 

Crudo, sí, salvaje para los tiempos que corren, pero efectivo a la hora de asegurarle al hombre en cuestión que su descendencia realmente sea suya. 

Por el contrario, el miedo de las mujeres es muy distinto ya que ellas tienen 100% seguro que su hijo va a ser suyo. El miedo de ellas recae sobre la calidad de hombre con la que tienen sus hijos. Ellas quieren tener hijos solo con el que, bajo su propio filtro, sea el mejor de todos los hombres y no tienen ningún problema en compartirlo de llegado el caso. No tienen ningún problema en quedar embarazadas de él y no verlo nunca más si así fuera, como desarrollé en el posteo sobre Maradona. 

Entonces, como se rescatarán, estos dos miedos son bastante dispares. Conflictivos si se quieren. Direcamente opuestos. 

Actualmente el orden social actual prioriza el miedo reproductivo de la mujer por sobre el del hombre. Desde la vuelta de la democracia en Argentina se fueron implementando diversas cuestiones que ayudan a apaciguar ese miedo. El divorcio unilateral, la asistencia social, el aborto. 

Por supuesto que estamos hablando de una (odio este término y me da bronca que no se me ocurra una alternativa) «batalla cultural» por lo que no se puede regular el comportamiento de los hombres que no pueda ser catalogado como delito por fuerza del estado. Así que ahí es donde entes como la fundación Avon se vuelven necesarios. 

Para este nuevo orden social cualquier forma de regulación de comportamiento de hombres generado exclusivamente por otros hombres representa un riesgo mortal, ya que prioriza la calma de su miedo reproductivo por sobre el de las mujeres y se les ocurren cosas como la monogamia y el patriarcado. Inaceptable. 

De esta manera, se torna completamente necesaria la invasión de cualquier espacio exclusivamente masculino, si no es por una presencia directa femenina entonces que lo sea por su propia ideología y narrativa. El riesgo es tan grande que gran parte del esfuerzo del feminismo como movimiento apunta a la ocupación de estos espacios.

Si está al alcance del estado regular sobre esto, entonces la ocupación se hará a través de leyes de cupo. Si no está al alcance del estado, se buscará convencer a algunos hombres que sean “buenas personas” y adopten el rol de policía de comportamiento masculino. Ustedes, pagafantas, adopten el rol de hombre bueno y cuando empiece el partido pateen contra su propio arco.

Por supuesto que la mayoría de los hombres que adoptan esto son de bajo valor o no tienen mujeres haciendo fila por ellos.  Digo, ¿se dieron cuenta como nunca vieron a un chabón fachero con el pañuelo verde colgado de la mochila?

La transformación de la violación

La violación como delito no surge para proteger a la mujer, sino para resarcir a su familia. Si un patriarca se encarga que sus hijas sean buenas, dulces y lleguen vírgenes a la edad de ser presentadas en socidad, que otro hombre las viole representa una gran pérdida para el padre de familia ya que las iba a hacer casarse con ciertos hombres de ciertas familias en lo que juzgaba sería benificioso para todos.

Como la escena inicial de El Padrino en la que el panadero llora por la hija, básicamente.

Al no existir conceptos como el deseo de la mujer, la capacidad de ella misma elegir con quién casarse y mucho menos la idea de consentimiento, la violación solo era castigada si se perjudicaba el honor de dicha familia. Por lo tanto, era impensable que un marido pueda violar a su mujer o que una prostituta pueda ser violada. Ya que en el primer caso el honor de la familia queda intacto y en segundo no se consideraba había honor que proteger. 

Con el paso del tiempo todo esto fue cambiando, por supuesto, y la violación fue cambiando los parámetros en los cuales sucede y a quién perjudica.

Quizás el mayor quiebre en todo esto es la introducción de la idea del consentimiento. Básicamente, que la mujer esté de acuerdo con las condiciones en las cuales el encuentro sexual va a ser llevado a cabo. Esto abre dos aristas interesantes. Por un lado, es la muerte de la idea que la violación es algo que sucede usando la fuerza física. Por el otro, una espiral que no se sabe bien dónde termina. 

Si se considera violación a cualquier forma de acto que incluya el cuerpo de una mujer pero no el consentimiento total de ella, dónde están los límites de lo que se va a considerar violación.

Por ejemplo, sacarse el preservativo en pleno acto sexual ya es considerado una forma de violación.

Ahora, las preguntas van cayendo solas. 

Si un hombre le dice a una mujer que es millonario y ella tiene sexo con él impulsada por esto solo para enterarse cinco años después que era todo mentira, es violación?

Si un médico de una clínica de fertilidad cambia la muestra de semen que sus pacientes le llevaron y las insemina con el suyo propio, las está violando?

Si un pibe sale con una chica que en su biografía de Tinder dice que no tiene sexo en la primera salida, tienen sexo en la primera salida y a la mañana siguiente ella se siente culpable al respecto, fue violada?

No sé, yo no tengo respuestas a esto y ya escribí mucho, piensen un toque ustedes también.

Si yo fuera Maradona

De vez en cuando me gusta internarme de lleno en distintos mundos. En el último año me perdí bastante en lo que es el proceso de seducción e influencia sobre otras personas. Ya sea en marketing, venta en caliente, relaciones intergénero, cursos de venta, libros de autoayuda, lo que sea. Un concepto que encontré repetido varias veces es la idea de «polarizar». Básicamente, no dejar una sola persona en el mercado con opiniones neutras sobre lo que estamos tratando de vender.

Escuché esa idea de la boca de vendedores de autos de concesionaria con décadas de experiencia decir «si el cliente no se va de acá comprando un auto que se vaya con la idea que todas las concesionarias son una mierda, así no compra en ningún otro lado». Quizás de forma menos tajante el libro Models de Mark Manson plantea que para un hombre cualquiera un % bajo de mujeres se va a sentir atraída con solo verlo, un % bajo va a sentir rechazo con solo verlo y la mayoría va a tener opiniones neutras sobre él, por lo que Manson considera su trabajo es «polarizarlas» para un lado o para otro.

No creo que haya persona en la historia de la Argentina que polarice más fuerte que Maradona. Tengo casi treinta años y hasta ahora no me encontré a nadie que diga «¿qué opino de Maradona? ni fu ni fa la verdad». Nadie. Cero.

Como se habrán rescatado, mi idea en este blog es hablar de las relaciones intergénero y la modificación del orden social de las últimas décadas en Argentina. En cuanto a estos temas Maradona es el mejor ejemplo que encontré para desarrollar dos cuestiones.

Por un lado, lo que es la experiencia sexual del lado de los hombres que experimentan la vida desde el lado de la atracción femenina constante. Los muchachos del 15%. Ya sea por genètica, status o recursos. No importa. Siempre hubo alguna mujer que se quiso coger a Maradona.

Por el otro, el monopolio total que tienen las mujeres sobre la decisión de qué hombre tiene hijos y qué hombre no. Voy a empezar con esto.

Quién tiene hijos

No sé si la mayoría, pero muchos hombres no tienen hijos. Es mucho más fácil encontrar hombres que llegan a los cincuenta años sin hijos que mujeres que llegan a los cincuenta años sin hijos. Podría googlear data que confirme lo que estoy diciendo pero, aunque no le huyo a los libros, siempre me gustó arrancarle conocimiento a la realidad usando mi propia experiencia.

Volviendo al tema, a muchos de esos hombres que no tienen les hubiese gustado tener, o eso es lo que dicen cuando les pregunto, por lo menos. Por lo tanto, la decisión de qué hombre tiene hijos y qué hombre no queda en manos de las mujeres. Incluso los que terminan teniendo hijos lo hacen casi siempre de la misma manera.

Lo que voy a decir es desagradable pero no por eso menos cierto.

El grueso de los hombres que tienen hijos los tienen porque un día su novia-mujer-pareja-minaconlaqueestabagarchando fue y les dijo «estoy embarazada y es tuyo» y ellos aceptaron eso sin más. Sin ADN ni nada. Confiaron en la palabra de la mujer en cuestión y pusieron el apellido en el certificado de nacimiento. Las dudas sobre sí realmente es de ellos o no el hijo en cuestión se van disipando o empeorando a medida que el crío en cuestión crece y se va pareciendo (o no) a ellos.

A lo que voy es que la mayoría de los hombres no elige tener o no tener hijos. Es una decisión que las mujeres toman por ellos.

Una sociedad que prioriza el interés reproductivo de las mujeres no se puede permitir que los hombres impongan requisitos o tengan filtros para elegir a la madre de sus hijos. Existe como una apuesta muy riesgosa para una mujer hacer la inversión necesaria de tiempo y energía el tener un hijo de un hombre al que no considera digno, por lo que el orden social debe asegurarse implementar el condicionamiento necesario para que ese filtro sea otorgado exclusivamente a las mujeres.

Hay un fenómeno interesante que se da en las personas divorciadas que conozco que tuvieron hijos con sus ex parejas. Los hombres, al hablar de sus ex mujeres, suelen decir algo de este estilo:

Puede que yo no quiera seguir estando con ella, pero eso no quiere decir que le deseo un mal, a fin de cuentas es la madre de mi hijo y somos un equipo a la hora de criarlo

Por otro lado, cuando me tocó escuchar mujeres hablar de sus ex maridos con los que tuvieron hijos, el speech se inclina más por el lado de…

Lo odio. Que se muera el hijo de puta ese.

¿Por qué? Porque se sienten estafadas, engañadas, se sienten unas boludas porque hicieron la inversión de gestar, parir, nutrir y críar el hijo de un hombre que, a su propio juicio, las engañó y no cumplía para nada con sus requisitos.

Y sí, vale la aclaración, el aborto es exactamente eso. El aborto es una mujer eligiendo matar el bebé que lleva dentro de su cuerpo porque, a su propio filtro, el que considera es el padre no cumple con los requisitos necesarios como para dar a luz a su descendencia. No vale el esfuerzo, no vale la pena, así que se interrumpe el trámite con un blister de Misoprostol y a otra cosa.

¿Qué tiene que ver todo esto con Maradona?

Maradona eligió que hijos tener. Eligió donde poner el apellido. Eligió que mujer era digna de ser madre de sus hijos y qué mujer no. Sus hijas son Dalma y Gianinna, su mamá es Claudia Villafañe. El resto no existe. Sí, le podrán hacer el ADN, imponer transferencia de recursos por orden judicial, le dejaran a los hijos usar su apellido, lo que sea. Pero el no los considera sus hijos, o por lo menos no al mismo nivel que a las que lleva tatuadas en los brazos y eso es lo que me interesa.

Ahora, ¿se rescataron que los que reclaman paternidad suelen ser sus hijos y no las madres en cuestión?

Hacen fila

En el 2007 Wanda Nara salió en programas de chimentos porque el rumor era que Maradona se la había garchado. En una de esas entrevistas ella dijo que era virgen. Para cuando todo el país se dejó de reír, ella ya era esposa de Maxi Lopez.

No sé cual es la experiencia de las personas que leen lo que escribo, quizás somos seres humanos muy distintos con objetivos y valores dispares. Pero a mí no se me ocurre mayor logro para un hombre que hacer famosa a una mujer solo porque tuvo sexo con vos.

Que tu pija exista como norma ISO de calidad con respecto a una mujer para con otros seres humanos a tal punto que puede ser famosa, empresaria, conductora de televisión y todo gracias a que vos te la garchaste. Perdonen, para mi no existe mayor logro que ese. Por lo menos en ese aspecto. Sí, si, supongo que curar el cáncer o inventar el bypass son mayores logros a nivel médico pero en cuanto a potencial reproductivo/relaciones intergénero no hay con que darle.

Y eso es lo que representa Maradona en ese aspecto. Y eso es lo que muchas mujeres argentinas, cubanas y napolitanas entendieron.

Las mujeres prefieren compartir un hombre que consideran valioso a estar clavadas con el que consideran un tipo más. La monogamia como institución patriarcal beneficiaba principalmente al hombre común. Una vez muerto el patriarcado empezamos a ver alternativas impulsadas desde los medios de comunicación como el poliamor.

No solo eso, sino que la liberación del deseo femenino presenta una alternativa a las formas en las que los hombres experimentan la infidelidad. La mayoría concibe a los cuernos como algo que le ponen a su pareja o su pareja les pone a ellos. Pero existe un % bajo de hombres, como Maradona, que experimentan la infidelidad principalemente desde el punto en que una mujer casada o con pareja formal es infiel con ellos.

La figura de «la otra» en el patriarcado era un puesto menor en comparación con el de «la esposa» ya que concebía que el hombre en cuestión está dispuesto a tener sexo con una mujer en cuestión y darle hijos pero no el apellido, un anillo, la formalidad. De esta manera se la planteaba como una mujer siempre insatisfecha con la realidad que vivía ya que le encantaría que el hombre deje a su mujer y se vaya con ella.

En cambio, la figura de «el otro» que empieza a surgir en estas épocas tiene diferentes connotaciones. Principalmente, la idea que una mujer rompe reglas para estar con un hombre y solo reclama de él intimidad sexual es una idea completamente ajena para la mayoria de los hombres que conciben primero debe hacerse una inversión en forma de salidas, piropos, tragos, lo que sea para llegar a ponerla.

Originalmente que hombres tenían cientos de hijos en el pasado se solía asociar a que no se tenía en cuenta la figura de deseo de la mujer, ni del consentimiento. Entonces cuando escuchamos que hombres como Julio Argentino Roca o Gengis Kan tuvieron cientos o miles de hijos asumimos que la falta de recursos, opciones y la capacidad de decir que no por parte de las mujeres tenía mucho que ver con eso.

La figura de hombres como Maradona representa algo muy crudo entonces, que me parece digno de repetir y cerrar el posteo con esta idea.

Ante la liberación de su deseo, las mujeres prefieren compartir un hombre valioso a sus ojos a que estar clavadas con el que consideran fracasado.

Abrazando putas

Me acuerdo que cuando Mc Donald’s empezó a vender ensaladas surgió rápido un chiste que probablemente hayan escuchado: «ir a Mc y pedir ensaladas es como irte de putas y pedir un abrazo». Eso fue hace como diez años y, amigos, les tengo noticias desde el tejado.

Muchas cosas cambiaron en Argentina tras la muerte del patriarcado y la recuperación de la democracia, que como ya desarollé en un posteo anterior, considero fuertemente relacionados. Hubo cambios profundos en instituciones como el matrimonio y la familia. Las mujeres se sumaron en porcentajes cercanos al 60% a la fuerza laboral. Es claro que estos cambios tuvieron repercusiones en muchos aspectos sociales, hoy me interesa profundizar un poquito como se fue modificando la prostitución. Sus clientes, sus oferentes, los lugares donde se compra y vende sexo.

Empecemos por el principio.

Antes

En el ya difunto patriarcado irse de putas existía principalmente como una actividad de grupo para los hombres. Durante la dictadura era común cruzar en buquebús a uruguay para irse de putas, padres llevando a su hijos a debutar, o más claramente una actividad recreativa entre amigos o compañeros de trabajo como detalla Los Piratas de los Auténticos Decadentes.

No sé que es lo que me parece más lejano y me resulta más ajeno del videoclip de Los Piratas: si el celular, la idea que se van de putas yendo a un cabaret o que pueda usar «horas extras» como excusa. Es un tema de edad igual, yo creo que viví mas años de recesión que crecimiento en Argentina. Me estoy yendo por las ramas.

En fin, ¿quiénes eran las mujeres que se prostituían antes? Hay toda una narrativa feminista muy fuerte que sostiene que para los hombres las mujeres solo existen en el espectro «madre-puta». Esta idea particularmente yo la considero una proyección de lo que hacen las mujeres con el espectro «semental-burro de carga» que ya desarrollé en posteos anteriores, pero sin duda es útil para lo que estoy tratando de escribir acá.

En una sociedad donde las mujeres no podían acceder al mercado laboral en lo absoluto es cierto que las únicas salidas que existían era la prostitución o el matrimonio. Así que la prostitución existía principalmente por una necesidad ya que conllevaba un estigma muy fuerte. La mujer que decidía prostituirse o se veía condicionada a hacerlo entraba en ese juego de por vida.

Por último, existían los cabarets como el lugar físico donde se compraba y vendía sexo, hoy no existen pero ni en pedo de la forma que solían ser, pero no me quiero adelantar.

Y un día llegó la pornografía

«Pero la pornografía existió siempre!» dirán las personas más grandes que lean esto. Les pido que no me tiren con la Coca Sarli, Victor Maytland ni Emmanuelle. Sí, la pornografía existió siempre, pero hay una diferencia abismal entre la disponibilidad, calidad y cantidad de la misma en el conseguir una revista fierro a manos de un kioskero amigo a encontrarse con millones de horas de pornografía explícita al alcance de un clic, teniendo celulares, computadoras y conexiones de banda ancha disponibles.

La prostitución existía como refugio de los hombres casados que no encontraban lo que buscaban sexualmente en sus mujeres y también como una alternativa para los hombres ‘pistolita de agua’ que si no gatillan no mojan. La pornografía representa una alternativa distinta a ellos, pero una alternativa al fin y al cabo.

Y acá es donde me van a empezar a mirar de costado pero les prometo que es así. La pornografía es quizás la plaga más abrasiva que haya existido. Ola de adicción que se va a llevar puesta a generaciones enteras, si es que no se las llevó ya. El hecho que esté disponible en todo momento plantea un problema que ni el alcohol, ni el tabaco ni la droga plantean. Que en su mayoría sea gratuita mucho más.

Existen ya, en todo el mundo y por supuesto en Argentina también, generaciones de hombres adultos que a los doce años ya tenían acceso a internet de banda ancha en sus casas. Osea que desde su despertar sexual tenían acceso al porno. Y si bien la mayoría de esos hombres hicieron consumo de la misma, las experiencias son muy disipares.

Como escribí en Porque es fácil existe un % alto de hombres que son considerados no atractivos por el grueso de las mujeres, usando eso como refencia no es una idea muy tirada de los pelos concluir que para esos hombres la experiencia con la pornografía se muestra como la principal alternativa sexual.

Ahora, ¿qué pasa cuando ese hipotético pibe que se masturba mirando pornografía durante +10 años con poca o nula experiencias reales con chicas reales de carne y hueso en el camino cumple la mayoría de edad, empieza a trabajar y ganar plata? ¿Cómo amplía su experiencia?

Después

Quiero primero aclarar algo. Entiendo bien que los hombres que se van en grupo de putas siguen existiendo, de la misma forma que las mujeres que se prostituyen porque no les queda mucha otra opción (ehh…) y los cabarets (hasta ahí). Cuando las planteo como un «antes» no quiero decir que no existan más, sino que fueron relevadas por experiencias distintas.

Pero con la llegada de las modificaciones en el orden social, más la pornografía, se suman distintos actores al mercado de compra venta de sexo que antes no existían.

Los hombres adictos a la pornografía que buscan comprarla de mujeres con las que pueden hablar por whatsapp antes, por un lado. En su mayoría esas mismas mujeres se prostituyen, por lo que si quisieran podrían pagar por el contacto físico real. Sin embargo no lo hacen. Al princpio creía que era por un tema de plata, pero la conclusión es un poco más cruda.

Para un hombre que en la mayoría de su vida adulta la experiencia sexual existe como masturbarse frente a una computadora solo en su pieza, el acto sexual real con otra persona resulta ajeno y alienante. No es sexo. No existe como posibilidad real. No lo conciben mentalmente como posibilidad real y en el caso de que llegase a pasar su mismo cuerpo ya fue acostumbrado a otra cosa.

El estar desnudo frente a una mujer, que también está desnuda. El contacto físico con otra persona, el tener que llegar a acabar metiendo la pija en una concha en vez de apretarla en la mano. Todo es ajeno, todo es distinto a lo que su experiencia solidificó como «normal» para él a lo largo de los años.

De esta manera, cuando se presenta la posibilidad real de comprar sexo no la aprovechan porque en sí, no hay nada que aprovechar.

Esto representa una oportunidad fantástica para muchas mujeres. Más allá que existe un esfuerzo activo por una rama del feminismo de desestigmatizar el trabajo sexual (en Argentina tiene como cara visible AMMAR, Georgina Orellano y Maria Riot; a nivel occidental el libro La Teoría King Kong), la posibilidad de vender fotos de ella misma desnuda o videos de ella teniendo sexo con una pareja les permite una salida fácil. Una alternativa de prostitución blanda que escapa al término «puta».

La forma más clara donde se da esto es en toda la movida «sugar daddy». Resumiendo, para las personas que no tienen idea de qué estoy hablando, existen aplicaciones corte Tinder y páginas de internet donde hombres (en su mayoría de más de 35 años) contactan mujeres (en su mayoría de menos de 25) para intercambios sexoafectivos. Prostitución blanda. Plata a cambio de citas. Salidas a bares, cines, cafés. No hablo de acompañante a una fiesta de la oficina para que mi jefe piense buenas cosas de mi cuando vea con la hembra que caigo, no. Hablo de hombres que pagan y mujeres que cobran por lo que es una cita así sin más. Dos horas de tomar café, darnos la mano y escucharnos hablar. Dos horas de compañía sin sexo.

A mi me hace mierda escribir esto, no sé si a ustedes les hará mierda leerlo, pero existe, no estoy inventando nada.

La soledad se presenta como una plaga que encuentra, a cambio de guita, refugio en lo que es cariño comprado. No sexo, cariño. Afecto. Situaciones que disparan otras preguntas, por ejemplo, ¿cómo hacen las mujeres que cobran por citas para después salir en citas normales?, ¿tienen la fortaleza emocional para hacer esa distinción?

Por supuesto que esto queda en cada mujer en particular pero algo me dice que es mucho más complicado y engorroso de lo que nos gustaría creer.

Porque es fácil

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Hay un fenómeno social que me interesa muchísimo y la verdad que no sabia bien por donde empezar a desenmarañarlo. Existe una situación muy interesante que se da en estas épocas donde el feminismo existe con una fuerte llegada social y no como existía previamente en una mesita de la UBA o un suplemento de Página 12 que nadie leia. 

Personas que si uno les pregunta: «¿vos sos feminista?», contestan que no, que odian a las feministas, que no son ni machistas ni feministas, que son «igualistas» o alguna palabra del estilo. Sin embargo, a la hora de argumentar temas como violencia de género, divorcio, acoso laboral, acoso callejero e incluso aborto tienen exactamente las mismas opiniones que la feminista más radical de la Argentina.

De vuelta, no voy a intentar desenredar esta cuestión solo en este posteo y mínimo uno más le dedicaré, pero tengo una pregunta en particular en la cabeza.

¿Cuándo fue la primera vez que escuché narrativa feminista disfrazada de «sentido común» en la boca de una persona que no se consideraba a sí misma feminista? 

No hablo de programas de televisión, ni libros, ni pañuelos verdes, ni marchas, ni nada. Así que no cuentan ni Un novio para mi mujer, ni Casados con Hijos, ni Maria Elena Walsh. Hablo de un familiar, amigo, compañero de trabajo que reproduce el cuentito feminista en plan «¡pero si esto es obvio!». 

Después de hacer memoria me vino a la cabeza esa pregunta que vengo escuchando hace +10 años y que leí en cadena de mails, en facebook, en twitter, preguntada en asados, juntadas, bares. 

¿Por qué si un hombre se garcha muchas mujeres es un ganador y está bien visto pero si una mujer se garcha muchos hombres es una puta y eso está mal visto? 

Una y otra y otra vez

Es una pregunta que está mal parida porque tiene como punto de partida la idea que los hombres y las mujeres somos iguales, vivimos las mismas experiencia y por lo tanto debemos ser juzgados con la misma vara. Cosa que (espero que no se sorprendan con lo que les voy a decir) yo no comparto para nada. Yo creo que los hombres y las mujeres somos distintos, que sentimos distinto, que nos comunicamos distinto y que entendemos el mundo de distinta manera. Creo que estamos mejor juntos que separados, pero que somos distintos al fin y al cabo. 

De vuelta, recordando todas las conversaciones en las que escuché alguna variante de esta pregunta siendo planteada me rescaté que casi nunca escuché una respuesta satisfactoria. Casi siempre había personas que no estaban de acuerdo pero se tropezaban con argumentos flacos para terminar agachando la cabeza y diciendo «no, está mal, tenés razón» a quien sea que planteaba la pregunta.

Así que voy a dar acá la respuesta que doy en la vida real, con la esperanza que otros la lean y la hagan propia.

 

Porque es fácil

Una mujer que se garcha muchos hombres está mal vista porque ser mujer y garcharse muchos hombres es fácil. No tiene nada que ver con una opresión patriarcal, ni moral religiosa, ni nada. Tiene que ver con que, sin importar de que estemos hablando, hacer lo más fácil está siempre mal visto. Cagar en la calle está mal visto. Pagar el mínimo de la tarjeta porque hiciste viajes que no podías pagar está mal visto. Estafar jubiladas esta mal visto. Engordar 50 kilos porque no podés dejar de comer chocolinas está mal visto. Cruzar en rojo está mal visto. 

Todas estas situaciones hipotéticas tienen algo en común: son siempre la salida fácil ante una alternativa que presenta dificultades o es engorrosa o requiere esfuerzo. 

Esperar a que el semáforo cambie a verde si estás apurado es difícil, aguantarse si estás a media hora de llegar a tu casa es difícil, ir a trabajar y no robarle a una señora que va por la calle con una cartera llena de dólares es difícil. Comer ensalada e ir al gimnasio todos los días es difícil y ahorrar para comprar las cosas que nos gustan en vez de jugar al juego de la oca con tarjetas de crédito es difícil. 

De la misma manera, ser hombre y tener sexo con muchas mujeres es difícil. Es algo que todos (o por lo menos la mayoría de) los hombres quisieran hacer y no pueden. Requiere talento, esfuerzo, carisma, inteligencia o directamente ganar la lotería genética. De cualquier manera, es algo que no está al alcance de todos.

Hace mucho tengo este gráfico en borradores y creo que este es un buen posteo para compartirlo con ustedes. 

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Este gráfico representa data conseguida por OkCupid, un sitio de citas, en sus primeras encuestas que hacían entre sus usuarios. El gráfico rosa representa como los hombres califican a las mujeres. Como vemos es una distribución bastante equitativa: el 22% fueron consideradas en el espectro de «menos atractivas», el 21% como «más atractivas» y el restante 57% oscila en la media. 

El gráfico celeste cuenta una historia muy distinta. La distribución de como las mujeres califican a los hombres muestra que ellas consideraron a 58% de los hombres en el espectro de «menos atractivos» y solamente a un 2% como «más atractivos». Es una distribución salvajemente desequilibrada. Haciendo un quiebre al medio de esta distribución y partiendo la barra de 12% en dos, el gráfico escupe una verdad muy cruda: el 87% de los hombres fueron calificados como «no atractivos» o, dicho de otra manera, en una distribución de 0 a 10 el 87% no pasa el 5.5

Existen también recopilaciones de data de Tinder donde muestra la cantidad de matches según una mujer cualquiera vs un hombre cualquiera donde se consiguen datos que están mas cerca de replicar los expuestos por OkCupid que desmentirlos. 

Una mujer, sin importar lo vieja, gorda, fea, aburrida o desagradable que sea, puede hacerse un perfil de Tinder y ver como le llueven las ofertas de a cientos. Un hombre en sus mismas condiciones tiene que hacer malabares para encontrar motivos para no tirarse a las vías del tren. 

Ser fácil es fácil. Ser un semental es difícil.

Hacete hombre

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Un par de posteos atrás hablé un poco sobre la nota de la revista de La Nación en la cual se preguntaban “¿qué se espera de los hombres?” y las respuestas coincidían en líneas generales con la narrativa feminista, pero me llevó a pensar en lo particular. Olvidando mandatos sociales de la difunta sociedad patriarcal y los mandatos sociales del actual orden femenino primario, ¿qué esperamos los hombres de otros hombres? ¿Qué características buscamos a la hora de hacer amistad con alguien?

Enseguida se me vino a la cabeza la frase “poco hombre” y pensando un poco me di cuenta que ese descalificativo solo se lo escuché decir a mujeres. Nunca en mi vida escuché a un hombre descalificar a otro usando ese término.

Entonces, ¿qué palabras usamos para descalificar a otros hombres que no consideramos dignos de confianza o personas en las que no se puede confiar?

Cagón, inútil, flojo y traidor.

Voy a elaborar un poco sobre cada una.

 

Cagón/cobarde

Esta es quizás la más sencilla de las cuatro. Es muy difícil confiar en alguien que ante la primera dificultad que se le presenta elige abandonar. No existe peor destino que Ir a la guerra rodeado de hombres que al primer tiro se van a esconder en un agujero en la tierra y no van a salir hasta que estén seguros de que todo terminó. En el fútbol se usa el término pechofrío, pero se entiende que ángulo toma la descalificación.

 

Inútil

Todo hombre tiene una línea de actividades en las que se especializa y lo transforma en valioso para el resto de su comunidad, algo de lo que hable un poco más en Competencia. Ahora, encontrarse con alguien que no domina con maestría cual sea su trabajo enseguida dispara una reacción instintiva que se suele traducir en un “me parece que este flaco no tiene la más puta idea de qué está haciendo”. Ya sea para un chofer de colectivo, ministro de economía o un neurocirujano, cada vez que confiamos parte de nuestra seguridad en otra persona buscamos asegurarnos que domina totalmente la rama en la que se especializa.

 

Flojo

No encontré mejor palabra para resumir lo que sería falta de fortaleza. Ya sea física, mental o emocional

Hasta acá suele haber consenso en la importancia para ambos géneros que un hombre sea valiente, capaz y fuerte. Puede que estas características estén apuntadas a distintas cosas, claro. Es probable que un hombre exija fortaleza física a sus amigos, en caso que se tengan que defender de otros hombres que los quieren cagar a piñas; en el caso de la mujer, quizás sea fortaleza de espíritu para hacer un trabajo que odia pero sirve para pagar las cuentas.

El motivo por el cual la imagen de esta entrada es Maxi López negándole el saludo a Mauro Icardi es porque, entiendo, ahí es donde existe la mayor diferencia en expectativas entre  géneros.

 

Traidor

Los hombres consideramos la traición una ofensa, por lo menos, tan grande como las anteriores. Suele ser mucho peor recibida ya que no se trata de una persona que no quiere pelear, o no sabe pelear, o no puede pelear, sino de alguien que peleaba para nosotros y eligió cruzarse de lado. La traición de Icardi resonó tanto en los hombres argentinos que empezamos a usar el apellido del flaco para definir al falso amigo y algunos consideran que es el motivo por el cual no tuvo tantas chances en la selección.

¿Por qué aclaro esto? Porque para la narrativa que prioriza los intereses de las mujeres, Icardi no hizo nada mal. Icardi no es “poco hombre” de acuerdo al orden social actual. Al contrario, no solo rechazó los mandatos patriarcales de “códigos” entre hombres, sino que aceptó invertir tiempo y recursos en la crianza de hijos que no son suyos.

Bajo el orden social actual Icardi es el modelo a seguir, el hijo sano del feminismo.

La muerte del patriarcado en Argentina

Mi intención con este blog es hacer, dentro de mis posibilidades, un análisis de la dinámica intergénero dentro del contexto de la sociedad argentina. En el intento seguramente tocaré temas como la TV o, como en esta entrada, historia/política pero siempre que lo haga intentaré que sea de una forma aséptica, con el foco puesto en el objetivo original de este espacio.

Dicho esto, vamos a lo nuestro.

Cuando escribo esto Argentina entra en su año 36to consecutivo de gobiernos democráticos ininterrumpidos por golpes militares. Un breve repaso por la lista de presidentes argentinos deja en claro que la norma, sobre todo desde la Ley Sáenz Peña, fueron ciclos de (aproximadamente) diez años de gobiernos democráticos, diez años de dictaduras militares. Durante esos años, una intervención militar del orden democrático era, generalmente, juzgada como buena y necesaria ya que, se creía, iba a poner un poco de orden en medio de tanto caos. Esto se rompe después de la dictadura militar iniciada en 1976 y tiene mucho que ver con sus acciones. 

El llamado Proceso de Reorganización Nacional tuvo consecuencias tan negativas para el país, sobre todo desde el punto de vista económico, que obligó a las élites que conducen la nación a decidir cuándo un gobierno es legítimo y cuando no. Con el comienzo de la democracia tanto las fuerzas armadas como cualquier institución o grupo social que estuvieron fuertemente asociadas a ellas en el periodo ’76-’83 sufrieron una fuerte disección y/o reforma. 

Dicho de otra manera, las instituciones sobre las cuales una sociedad patriarcal se erige (las fuerzas armadas, la iglesia, el matrimonio, la familia) fueron juzgadas dañinas y peligrosas o en el mejor de los casos anticuadas e innecesarias. 

En el caso de las fuerzas armadas como en el de la iglesia, su reforma fue hecha de una manera consciente y activa por parte del Estado. El enjuiciamiento de los militares que participaron en la desaparición de personas, el fin de la colimba y los intentos de terminar el financiamiento de la iglesia son algunos de los ejemplos de esto. 

En el caso del matrimonio y la familia me resulta más interesante, sobre todo por lo mucho que se ve afectado por los vaivenes de la economía.

Por un lado, dudo mucho que los legisladores que en 1987 votaron la ley que permitía volver a casarse a aquellos matrimonios que se divorciaran que 30 años después la tasa de divorcios iba a estar en el 50%.

Por el otro, hay que hacer malabares mentales para no encontrar una relación directa entre que el porcentaje de población activa femenino dentro del mercado laboral no crece desde 2002, mismo año en el que Eduardo Duhalde empieza a revolear planes sociales.

 

Nuevo orden

Poner una fecha exacta a la muerte del patriarcado en Argentina es imposible, ya que un orden social es complejo y está compuesto tanto por leyes del Estado como por convenciones sociales y cualquier síntesis que pueda hacer de estas dos cosas el ambiente cultural.  

En lo personal, se me hace difícil denominar patriarcal a una sociedad con las características que acabo de describir y donde una de las comedias más populares de los últimos años es «Un novio para mi mujer», una película en la que un pobre gil le paga a otro hombre para que por favor se garche a su esposa y así se pueda separar sin cargo de consciencia. 

Desconozco que nombre tiene el orden social actual, entiendo que «matriarcado» implicaría que todas las posiciones de poder son ocupadas por mujeres, cosa que no pasa actualmente. Lo que si sucede es que aquellas personas que ocupan esas posiciones de poder o influencia se sienten obligadas a rendir tributo o dar explicaciones ante cada una de sus acciones o declaraciones que no coloque al género femenino como poseedor de otra cosa que no sea verdad, luz y bondad. 

Por falta de mejores términos, de ahora en más voy a usar «orden social prioritario femenino» aunque suene para el orto. Si a alguno de mis lectores se les ocurre algo mejor, por favor, no duden en sugerirlo.

Competencia

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Hace poco en un asado con unos compañeros de trabajo uno empezó a contar un poco sobre el equipo de baby futbol que dirige en uno de los clubes que hay en su barrio. Interesado le pregunte si era escuelita y me dijo que no, competían en ¿FEFI? creo me dijo, en fin, una de las federaciones de fútbol infantil. 

Enseguida empezó a detallar como los chicos (7-8 años) se lo tomaban muy en serio, no querían perder nunca y no tenían ningún problema en ir al banco todo el partido si entendían que el titular estaba en mejor nivel que ellos. Los «ay, que horror» y «eso es porque los presionan los padres» no tardaron en llegar, sobre todo de quienes tenían hijos que, por supuesto, se horrorizaban ante la idea de que su hijo participara en una competencia tan salvaje.

La conversación cambió de tema cuando se prendió la playstation que había en la casa y, mientras se cargaba el Fortnite, mis compañeros de trabajo que se habían espantado ante la presión que tenían los chicos de baby futbol empezaron a contar lo en serio que sus hijos (entre los 6 y 10 años) se tomaban ese juego. «No sabes como se ponen mis nenes cuando juegan a esto! Se matan!», agregaron después como miran tutoriales en youtube y discuten entre compañeros de la escuela sobre cual es la mejor combinación de armas del juego. 

El deseo de competir que tienen la mayoría de los chicos se reprime, se tiñe de emociones negativas (violencia, egoísmo) o directamente se esquiva. No son pocas las escuelas que sortean abanderado y escoltas, buscando así evitar la competencia que se puede presentar entre alumnos a la hora de tener la mejor nota y la tristeza que sienten los que quedan en el camino o directamente ni son tenidos en cuenta.

En algún momento, el impulso por ser mejor, por ganar y competir fue tachado de anticuado e innecesario. Se juzgó a la energía que curó enfermedades, construyó puentes y empujó la historia de la humanidad toda como opresora y dañina. 

 

Sé vos

¿Qué importa, a fin de cuentas, quién es más inteligente, más rápido, más fuerte? Todo eso es superficial, lo que importa es lo de adentro, ser buena persona. «Sé vos, no más, que al mundo salvarás», dice la canción de Almafuerte.

La mentira más grande de nuestra época tiene un atractivo irresistible. Porque, ¿a quién no le gustaría creer que es así? Es un anhelo tan potente como universal. No haría falta ningún tipo de examen, ni juicio sobre nuestra persona. Cuando fuésemos a sacar el registro para manejar nos lo darían sin mayor trámite, porque lo que importa es lo de adentro. 

En una entrevista de trabajo ya no serían relevantes nuestras habilidades, calificaciones, referencias ni experiencia laboral, porque somos buenas personas y con eso es más que suficiente. 

En los casamientos, los novios se juran que sí, que se van a amar tanto en la salud como en la enfermedad, en la riqueza como en la pobreza, hasta que la muerte los separe. La realidad interviene, por supuesto, salvaje y despreocupada por nuestros sentimientos.

Somos tan buenos como la suma de nuestras habilidades, tan valiosos como lo que tenemos para ofrecer al resto de las personas.