Hace un tiempo cité esta nota de La Nación donde varios famosos hablan sobre qué se espera de los hombres. Una cosa que me llamó la atención fue como, si bien estas personas habían sido entrevistadas individualmente, todas tenían las mismas dos o tres cosas para decir.
Una de estas cosas partía de una premisa bastante simple: los hombres sienten mal. Es fácil de entender, el hecho que no expresemos nuestros emociones constantemente, que no lloremos en público, lleva a una masculinidad tóxica que no nos permite sentir libremente. Si tan solo nos expresáramos con la misma intensidad y frecuencia que lo hacen las mujeres, todos los problemas de nuestra sociedad estarían resueltos.
Hay varios errores en un planteo como este, pero me gustaría quedarme con uno en particular.
La jerarquía del llanto
«¿Por qué llora un bebé?» es una pregunta que tiene más de siete millones de resultados en google y los artículos que la contestan tienen, después de las respuestas más simples (tiene frío, hambre, sueño), algunas respuestas un poco más… inesperadas, por lo menos para mí que no tengo hijos.
Entre ellas: la etiqueta de la ropa le molesta, la tela de la ropa le molesta, tiene un pelo enroscado alrededor de un dedo y le molesta, quiere que le presten más atención, quiere que le presten menos atención.
Pero hay una conclusión que se puede sacar de esto: llora porque necesita ayuda. Y necesita ayuda para todo, así que llora por todo. A medida que va creciendo y deja de necesitar ayuda para todo, deja de llorar por todo. Es bastante común que el hermanito mayor tenga envidia del menor. Entiendo que tiene que ver con esto. Ya que no le van a prestar tanta atención como antes, ya no va a poder llorar tanto como antes.
Así, de a poco, se va formando la jerarquía del llanto. Quien esté abajo de todo, en este caso los bebés, pueden llorar constantemente y quién esté arriba de todo, en la difunta sociedad patriarcal, los hombres, no pueden llorar nunca. Esto no existe de una forma caprichosa y arbitraria. Existe porque cumple una función.
Pensá en el caso de un bombero. Suena la sirena, se sube al camión, llega al edificio prendido fuego, patea la puerta y lo primero que ve es un nene de cinco años, tirado en el piso, muerto. ¿Creés que no tiene ganas de llorar? Por supuesto que tiene ganas de llorar, pero tiene también un entrenamiento que le permite no hacerlo. Ahora, este entrenamiento represivo y patriarcal que le enseñó a no desarmarse en lágrimas ante la primer injusticia con la que se cruce tiene un objetivo claro. Hay otros nenes de cinco años en ese edificio, vivos, a los que puede salvar. Si sus sentimientos no lo paralizan, dicho está. Sabe bien que va a tener toda la vida para llorar, pero para salvar a esos chicos no.
Entiendo que esto es una verdad desagradable. Hace poco al plantear alguna variante de esto me dijeron, «¿qué, si se mueren tus viejos no vas a llorar?». Y sí, por supuesto. Es más, en mi trabajo el convenio colectivo da (creo) dos días de licencia ante la muerte de un padre. Así que me los tomaré y volveré al trabajo el tercer día.
Pero digamos que esto me afectó demasiado. Llego a mi trabajo y no puedo cumplir ninguna de mis funciones, necesito más de dos días. Mi jefe va a sugerir alguna solución alternativa, que me tome vacaciones por ejemplo. Entonces me voy dos semanas de vacaciones y cuando vuelvo me encuentro con que el tiempo no cambió en nada mi situación emocional y sigo con muchísimas dificultades para cumplir con mi trabajo, que se fue acumulando con el paso de los días.
La situación va a ser incómoda para quien tenga que tomar una decisión sobre esto, pero la verdad es que me pagan un sueldo por cumplir una función que no estoy cumpliendo. En el mejor de los casos me darán una licencia psiquiátrica y entre mis compañeros se repartirán mi trabajo. En el peor de los casos, despido con causa y reemplazo.
Pero mi caso no sería muy distinto al del bombero. Quizá no haya tanto en juego, pero la conclusión es la misma. Es un objetivo saludable que una sociedad busque ser lo más cómoda y confortable para las personas con dificultades, pero incluso ahí vas a necesitar gente que esté en el tope de la jerarquía del llanto.
Ahora, ¿es posible que enseñarle llanto a los hombres y resiliencia a las mujeres cumpla un objetivo en particular? Sí, pero ese es un tema para otro día.
Un comentario sobre “Lloren chicos, lloren”