Abrazando putas

Me acuerdo que cuando Mc Donald’s empezó a vender ensaladas surgió rápido un chiste que probablemente hayan escuchado: «ir a Mc y pedir ensaladas es como irte de putas y pedir un abrazo». Eso fue hace como diez años y, amigos, les tengo noticias desde el tejado.

Muchas cosas cambiaron en Argentina tras la muerte del patriarcado y la recuperación de la democracia, que como ya desarollé en un posteo anterior, considero fuertemente relacionados. Hubo cambios profundos en instituciones como el matrimonio y la familia. Las mujeres se sumaron en porcentajes cercanos al 60% a la fuerza laboral. Es claro que estos cambios tuvieron repercusiones en muchos aspectos sociales, hoy me interesa profundizar un poquito como se fue modificando la prostitución. Sus clientes, sus oferentes, los lugares donde se compra y vende sexo.

Empecemos por el principio.

Antes

En el ya difunto patriarcado irse de putas existía principalmente como una actividad de grupo para los hombres. Durante la dictadura era común cruzar en buquebús a uruguay para irse de putas, padres llevando a su hijos a debutar, o más claramente una actividad recreativa entre amigos o compañeros de trabajo como detalla Los Piratas de los Auténticos Decadentes.

No sé que es lo que me parece más lejano y me resulta más ajeno del videoclip de Los Piratas: si el celular, la idea que se van de putas yendo a un cabaret o que pueda usar «horas extras» como excusa. Es un tema de edad igual, yo creo que viví mas años de recesión que crecimiento en Argentina. Me estoy yendo por las ramas.

En fin, ¿quiénes eran las mujeres que se prostituían antes? Hay toda una narrativa feminista muy fuerte que sostiene que para los hombres las mujeres solo existen en el espectro «madre-puta». Esta idea particularmente yo la considero una proyección de lo que hacen las mujeres con el espectro «semental-burro de carga» que ya desarrollé en posteos anteriores, pero sin duda es útil para lo que estoy tratando de escribir acá.

En una sociedad donde las mujeres no podían acceder al mercado laboral en lo absoluto es cierto que las únicas salidas que existían era la prostitución o el matrimonio. Así que la prostitución existía principalmente por una necesidad ya que conllevaba un estigma muy fuerte. La mujer que decidía prostituirse o se veía condicionada a hacerlo entraba en ese juego de por vida.

Por último, existían los cabarets como el lugar físico donde se compraba y vendía sexo, hoy no existen pero ni en pedo de la forma que solían ser, pero no me quiero adelantar.

Y un día llegó la pornografía

«Pero la pornografía existió siempre!» dirán las personas más grandes que lean esto. Les pido que no me tiren con la Coca Sarli, Victor Maytland ni Emmanuelle. Sí, la pornografía existió siempre, pero hay una diferencia abismal entre la disponibilidad, calidad y cantidad de la misma en el conseguir una revista fierro a manos de un kioskero amigo a encontrarse con millones de horas de pornografía explícita al alcance de un clic, teniendo celulares, computadoras y conexiones de banda ancha disponibles.

La prostitución existía como refugio de los hombres casados que no encontraban lo que buscaban sexualmente en sus mujeres y también como una alternativa para los hombres ‘pistolita de agua’ que si no gatillan no mojan. La pornografía representa una alternativa distinta a ellos, pero una alternativa al fin y al cabo.

Y acá es donde me van a empezar a mirar de costado pero les prometo que es así. La pornografía es quizás la plaga más abrasiva que haya existido. Ola de adicción que se va a llevar puesta a generaciones enteras, si es que no se las llevó ya. El hecho que esté disponible en todo momento plantea un problema que ni el alcohol, ni el tabaco ni la droga plantean. Que en su mayoría sea gratuita mucho más.

Existen ya, en todo el mundo y por supuesto en Argentina también, generaciones de hombres adultos que a los doce años ya tenían acceso a internet de banda ancha en sus casas. Osea que desde su despertar sexual tenían acceso al porno. Y si bien la mayoría de esos hombres hicieron consumo de la misma, las experiencias son muy disipares.

Como escribí en Porque es fácil existe un % alto de hombres que son considerados no atractivos por el grueso de las mujeres, usando eso como refencia no es una idea muy tirada de los pelos concluir que para esos hombres la experiencia con la pornografía se muestra como la principal alternativa sexual.

Ahora, ¿qué pasa cuando ese hipotético pibe que se masturba mirando pornografía durante +10 años con poca o nula experiencias reales con chicas reales de carne y hueso en el camino cumple la mayoría de edad, empieza a trabajar y ganar plata? ¿Cómo amplía su experiencia?

Después

Quiero primero aclarar algo. Entiendo bien que los hombres que se van en grupo de putas siguen existiendo, de la misma forma que las mujeres que se prostituyen porque no les queda mucha otra opción (ehh…) y los cabarets (hasta ahí). Cuando las planteo como un «antes» no quiero decir que no existan más, sino que fueron relevadas por experiencias distintas.

Pero con la llegada de las modificaciones en el orden social, más la pornografía, se suman distintos actores al mercado de compra venta de sexo que antes no existían.

Los hombres adictos a la pornografía que buscan comprarla de mujeres con las que pueden hablar por whatsapp antes, por un lado. En su mayoría esas mismas mujeres se prostituyen, por lo que si quisieran podrían pagar por el contacto físico real. Sin embargo no lo hacen. Al princpio creía que era por un tema de plata, pero la conclusión es un poco más cruda.

Para un hombre que en la mayoría de su vida adulta la experiencia sexual existe como masturbarse frente a una computadora solo en su pieza, el acto sexual real con otra persona resulta ajeno y alienante. No es sexo. No existe como posibilidad real. No lo conciben mentalmente como posibilidad real y en el caso de que llegase a pasar su mismo cuerpo ya fue acostumbrado a otra cosa.

El estar desnudo frente a una mujer, que también está desnuda. El contacto físico con otra persona, el tener que llegar a acabar metiendo la pija en una concha en vez de apretarla en la mano. Todo es ajeno, todo es distinto a lo que su experiencia solidificó como «normal» para él a lo largo de los años.

De esta manera, cuando se presenta la posibilidad real de comprar sexo no la aprovechan porque en sí, no hay nada que aprovechar.

Esto representa una oportunidad fantástica para muchas mujeres. Más allá que existe un esfuerzo activo por una rama del feminismo de desestigmatizar el trabajo sexual (en Argentina tiene como cara visible AMMAR, Georgina Orellano y Maria Riot; a nivel occidental el libro La Teoría King Kong), la posibilidad de vender fotos de ella misma desnuda o videos de ella teniendo sexo con una pareja les permite una salida fácil. Una alternativa de prostitución blanda que escapa al término «puta».

La forma más clara donde se da esto es en toda la movida «sugar daddy». Resumiendo, para las personas que no tienen idea de qué estoy hablando, existen aplicaciones corte Tinder y páginas de internet donde hombres (en su mayoría de más de 35 años) contactan mujeres (en su mayoría de menos de 25) para intercambios sexoafectivos. Prostitución blanda. Plata a cambio de citas. Salidas a bares, cines, cafés. No hablo de acompañante a una fiesta de la oficina para que mi jefe piense buenas cosas de mi cuando vea con la hembra que caigo, no. Hablo de hombres que pagan y mujeres que cobran por lo que es una cita así sin más. Dos horas de tomar café, darnos la mano y escucharnos hablar. Dos horas de compañía sin sexo.

A mi me hace mierda escribir esto, no sé si a ustedes les hará mierda leerlo, pero existe, no estoy inventando nada.

La soledad se presenta como una plaga que encuentra, a cambio de guita, refugio en lo que es cariño comprado. No sexo, cariño. Afecto. Situaciones que disparan otras preguntas, por ejemplo, ¿cómo hacen las mujeres que cobran por citas para después salir en citas normales?, ¿tienen la fortaleza emocional para hacer esa distinción?

Por supuesto que esto queda en cada mujer en particular pero algo me dice que es mucho más complicado y engorroso de lo que nos gustaría creer.